Heller y el "fenómeno" Macri

Dirigente cooperativista, Heller encabeza el Partido Solidario, basado en las clases medias profesionales, el sector hegemónico en una Ciudad adversa al kirchnerismo, al que él apoya sin vacilar. Reconoce los altos niveles de aceptación que Macri conserva en su electorado y lo relaciona con el giro a la derecha de grandes urbes como San Pablo y Madrid.

Por Juan Salinas

-Diálogo por Buenos Aires, la coalición que integra junto a Aníbal Ibarra y Miguel Bonasso, está en crisis a causa de las distintas posiciones que han asumido respecto al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cómo evoluciona su situación?

-Estamos discutiendo nuestras diferencias, que se dan en el plano nacional pero no en el de la Ciudad. Respecto a aquellas, no fui yo quien cambió de posición, que sigue siendo la misma que adoptamos cuando fundamos Diálogo por Buenos Aires: "autónoma y no confrontativa con el Gobierno nacional". Cuando se produjo el conflicto con las entidades empresariales del campo, Ibarra tuvo una posición crítica, me parece que no tanto en lo que hace al fondo del asunto, sino porque, desde su punto de vista, el Gobierno nacional se mostró poco flexible. En cuanto a Bonasso, en Diputados votó a favor de la resolución 125, pero después caracterizó al Gobierno como de centroderecha, con algunos gestos progresistas. Yo no comparto esa definición. Creo que en gran cantidad de los aspectos más importantes tiene posiciones correctas. Claro que también coincido con (Martín) Sabatella en que esto es un piso y tenemos que ir por más, sobre todo en lo que hace a la distribución del ingreso. Ésta es la principal asignatura pendiente, como la propia Presidenta reconoció en varias oportunidades. También agregó que el gran desafío de redistribuir implica que hay que sacarles a unos para darles a otros. Coincidimos plenamente, y nos parece fundamental no perder de vista cuál es el enemigo principal: esa nueva derecha que cuenta con importantes apoyaturas en los sectores medios y con dispositivos mediáticos fenomenales. Si Macri o cualquier otro referente de esa nueva derecha ganara las elecciones presidenciales de 2011, el proceso de integración continental en la Unasur se interrumpiría. Es fácil preverlo porque todos sus referentes se la pasan diciendo que Argentina tiene que tomar distancia de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Para ellos, éste el eje del mal (ríe).

-¿Cómo percibe que evoluciona la relación de Macri con los porteños?

-Macri conserva un alto nivel de aceptación porque ha sabido mantenerse en el papel de víctima. Responsabiliza de todo lo que no hace al Gobierno nacional: dice que no le da avales, que no le da plata, que no le da la policía. Y se sitúa por fuera de la política. Dice: "Estamos cansados de lo que hacen los políticos, es hora de resolver los problemas que tiene la gente". Sigue presentándose como un candidato en campaña, no como el jefe de Gobierno. Y aun así, conserva el grueso de su apoyo electoral. Es un fenómeno sociológico que me supera y que me parece que sucede también en otras grandes ciudades. Porque Lula tiene el 80 por ciento de popularidad, pero en San Pablo pierde. Y los socialistas españoles pierden en Madrid. Es un fenómeno digno de estudio.

-Las elecciones legislativas de la Ciudad, ¿cree que se realizarán junto a las nacionales o desdobladas?

-Macri quiere que sean unificadas porque eso favorece su proyecto nacional, y Gabriela Michetti quiere que sean desdobladas porque le conviene a su proyecto de Ciudad. Y como Macri necesita a Michetti de candidata las posiciones están equilibradas. Pero más allá de esta diferencia instrumental, Macri y Michetti son lo mismo. Sumar a Michetti a la fórmula fue un acierto del “Gran Hacedor”, que es (Jaime) Durán Barba, que le dio así a Macri la imagen humana que le costaba conseguir. Durán Barba sigue teniendo enorme predicamento. Hasta el punto de que probablemente termine siendo él quien decida si las elecciones locales se hacen junto con las nacionales o por separado. Un asunto que opaca algo mucho más importante: que de acuerdo con la Constitución, antes deberían celebrarse las elecciones de Juntas Comunales. Pero, por lo que se ve, parece que otra vez se las pasará de largo…

-Todo indica que si se celebraran, PRO las ganaría con holgura. ¿Por qué no se hacen?

-Porque el estilo de Macri no tiene nada que ver con las consultas al pueblo y la democracia participativa. Durante la campaña electoral decía que no veía la utilidad de hacer actos, que era mejor que la gente lo viera por TV. Concibe a los votantes como consumidores, no como ciudadanos. Para él, sólo cuentan los consumidores solventes. Los demás son espectadores.

-¿Qué enseñanzas extrajo de su derrota en Boca a manos de Macri?

-Macri nos ganó a (Antonio) Alegre y a mí en 1995, en pleno apogeo del menemismo, en el auge de la revista Caras y sus ricos y famosos. Fue una especie de Pacto de Olivos del fútbol, con una campaña y una estructura organizada por el Coti Nosiglia y (Luis) Barrionuevo, que nada tenía que hacer en Boca. Ya entonces Macri decía que para él Boca era un tránsito, que quería hacerse popular para luego ser senador y después ser Presidente. Fue después que apareció la posibilidad de ser jefe de Gobierno de la Ciudad, un matiz en su proyecto político. Su modelo de gestión puede resumirse en que el Museo de la Pasión Boquense quedó fuera de la administració n del club, en manos privadas. El museo vendía paquetes de entradas a las agencias de turismo, pero al club ingresaban montos muy inferiores.

-¿Cómo debería reencauzarse el proyecto de reconstrucció n de la centroizquierda en la Ciudad?

-Buscando coincidencias y dejando que la resolución de las candidaturas entre todos los que compartimos el mismo espacio se haga a través de métodos democráticos como las internas abiertas. Yo no me sentiría incómodo de integrar una lista en la que no estoy en el primer lugar si así lo deciden los ciudadanos. Pero me molesta que haya quienes sólo conciben la unidad si ellos ocupan el centro de la escena y los demás nos tenemos que conformar con apoyarlos.